TÍTULO III

      Tenía dieciséis meses.

Mi  muñequita tenía dieciséis meses cuando tuvo que atravesar por el momento más difícil de su corta vida ( y espero que sea el último de este calibre por el que tenga que pasar ).
 
          Sola , como siempre, una  tarde- noche de marzo hace unos  pocos años. Llegó el momento de los baños de los peques y me puse en marcha.
  Primero el mayor   (sin levantar dos palmos del suelo) ; ya fresquito , relajado y desprendiendo ese dulce olor  que recuerda a un  angelito.


   En su calmada espera dentro de su cochecito, aguardaba ella, mi segundo angelito. Una muñequita de pelo negro y rizado ; mirándola me recordaba a esas niñas gorditas y preciosas de color...
 La cogí en mis brazos...¡ Pesaba ! Vaya que sí. Ya desnudita , luciendo sus rollizas estremidades  y a punto de entrar en el agua...La miré y le dije:  ¡¡ Vamos cariño mío,  no me hagas ahora una de tus bromitas !! Es la hora del baño, después jugamos, pensé que se trataba de un juego más de los suyos. No era así.


      No hizo ademán alguno. Rígida . Los ojos en blanco. Echaba un poquito de saliva por su pequeña boquita. No respondía...Inerte...Sus pequeños y bonitos labios,  tornándose  en color violeta...




                ¡¡ Dios !! Cómo me cuesta seguir...


 ¡ Grité aterrorizada !   ¡¡¡No!!! ¿  ¡¡Pero , Qué te pasa  !!? ¡¡ Contéstame !! ¡¡ Hija !!


Todavía  lo paso mal volviendo  la vista  atrás y recordando todo y aún  así, necesito hacerlo creo que tengo algo muy duro y amargo dentro de mí . Quiero sacarlo como sea . En contadas ocasiones lo he hablado en voz alta y ahora quiero verlo escrito , quizá  sea  una forma de terapia para mi. 
Quiero echarlo fuera de mis recuerdos , de mi vida , de mi alma aunque sé que no será posible , quiero intentar suavizar de alguna manera , mi dolor.


- ¿  Mamá,  esta muerta?  Oí de pronto que me llegaba  alguna voz desde algún sitio.
Entre gritos   y con ella en brazos , con gran sangre fría y sin dar crédito a lo que estaba pasando, cogí el teléfono y llamé a mi padre: ¡ Papá , la niña, no sé  qué le pasa  ! Colgué  y  seguídamente marqué  el teléfono de emergencias  sin casi dar descripción alguna de lo que pasaba.  No podía perder el tiempo en dar explicaciones a nadie. Salí con mi pequeña en dirección a ... No sé ni donde, sólo salí a la calle con ella  como mismo vino al mundo, pidiendo ayuda  en  una  calle desierta y sin nadie que me pudiera socorrer sin  percatarme de que, una personita pequeñita, venía tras de mí con el sufrir que llevaba en su carita , envuelto en lágrimas, sin entender qué pasaba  para que de repente, su dulce, acogedor  y  acogedor hogar, se hubiera tornado  en algo  terrorífico.

  Una auténtica odisea hasta llegar a las puertas del hospital donde nos asistieron a las dos.
 "Convulsión febril " se le llama. Si alguien ha estado en  una situación parecida en  alguna ocasión, sabe perfectamente  a qué me refiero y por la situación tan amarga, desagradable y tensa por la que atraviesa no sólo la persona afectada en sí, si no,  la persona que se encuentre  a su lado en  el fatídico trance de  pasar por  algo así.


Algo demasiado traumático para vivir  y más si se supone que debería  estar  acompañada por quien te puede socorrer y a la vez  , encontrarte  completamente SOLA porque  ese alguien no estaba en el lugar que le correspondía.


      M.J.



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